Autor: Juan Podadera Marín
Padre de alumna
¿Cómo pintar el sonido del viento entre las flores?
¿Cómo pintar la pasión del sol por los girasoles?
¿Cómo pintar el silencio de alguien al que llaman loco...?
Por la mañana
contemplo la siega
frente a la casa amarilla,
y al labriego que descansa
junto al árbol de flores rosas,
observando en el cielo el vuelo de la alondra.
Pero al atardecer
veo un campo de trigo
bajo un cielo tormentoso,
esperando la llegada de los cuervos,
aves negras que me sobrecogen,
como si conocieran las palabras
que nunca te escribiré.
Yo sólo busco calor, sólo el color.
Quiero ser como el girasol,
recordar el aroma del almendro en flor
y escapar de esta habitación tan pequeña.
¿Cómo podré pintar la libertad de las aves al volar?
¿Cómo contar las gotas de agua que trae la lluvia que me moja?
Me miro al espejo una y otra vez
para enfrentarme siempre con lo mismo,
un rostro gris de barba roja
y unos ojos duros mirándome sin esperanza...
¡Hay tanto fuego dentro...!,
pero nadie a quien calentar,
ni siquiera a mí.
¿Qué sientes tú al ver mis lienzos?
Pintaré en cada momento de mi vida
y cuando llegue mi final, miraré atrás
y preguntaré por todo lo que no he hecho.
Siempre busco el blanco y negro
y después le doy color,
pero hay momentos en que cada pincelada
es más oscura que la noche,
y la noche se hace más larga
y cada dibujo es sólo un borrón...
Es como si ya no quisiera ver
y lo poco que veo es gris y deforme.
¡Qué negra es la distancia
que me separa de ti, Theo!
Ya no sé manejar el pincel de la vida,
por eso dejo mi obra, abandono la luz,
sin penas ni alegrías, quizás con ira.
Me siento fracasado, pero este es mi destino.
¿Recuerdas la lápida con mi nombre
bajo la ventana de casa...?
Ya había muerto antes de nacer,
pero seguiré vivo después de morir.
Las sombras de mi locura
van invadiendo mis silencios,
no encuentro en mi alma los ecos de tu voz
y no existe el infinito en mi mirada.
No esperaré la muerte en una triste esquina,
el frío no se ahuyenta fácilmente,
parece como si no existieran el alba y el crepúsculo,
tan sólo hay horas grises.
Antes de irme
pintaré sobre mi última tela,
pero no habrá paisajes ni modelos,
sólo un autorretrato de naturaleza muerta,
con un único toque de silencioso color.
La soledad no quiere ruidos, Theo.
BANG
Padre de alumna
¿Cómo pintar el sonido del viento entre las flores?
¿Cómo pintar la pasión del sol por los girasoles?
¿Cómo pintar el silencio de alguien al que llaman loco...?
Por la mañana
contemplo la siega
frente a la casa amarilla,
y al labriego que descansa
junto al árbol de flores rosas,
observando en el cielo el vuelo de la alondra.
Pero al atardecer
veo un campo de trigo
bajo un cielo tormentoso,
esperando la llegada de los cuervos,
aves negras que me sobrecogen,
como si conocieran las palabras
que nunca te escribiré.
Yo sólo busco calor, sólo el color.
Quiero ser como el girasol,
recordar el aroma del almendro en flor
y escapar de esta habitación tan pequeña.
¿Cómo podré pintar la libertad de las aves al volar?
¿Cómo contar las gotas de agua que trae la lluvia que me moja?
Me miro al espejo una y otra vez
para enfrentarme siempre con lo mismo,
un rostro gris de barba roja
y unos ojos duros mirándome sin esperanza...
¡Hay tanto fuego dentro...!,
pero nadie a quien calentar,
ni siquiera a mí.
¿Qué sientes tú al ver mis lienzos?
Pintaré en cada momento de mi vida
y cuando llegue mi final, miraré atrás
y preguntaré por todo lo que no he hecho.
Siempre busco el blanco y negro
y después le doy color,
pero hay momentos en que cada pincelada
es más oscura que la noche,
y la noche se hace más larga
y cada dibujo es sólo un borrón...
Es como si ya no quisiera ver
y lo poco que veo es gris y deforme.
¡Qué negra es la distancia
que me separa de ti, Theo!
Ya no sé manejar el pincel de la vida,
por eso dejo mi obra, abandono la luz,
sin penas ni alegrías, quizás con ira.
Me siento fracasado, pero este es mi destino.
¿Recuerdas la lápida con mi nombre
bajo la ventana de casa...?
Ya había muerto antes de nacer,
pero seguiré vivo después de morir.
Las sombras de mi locura
van invadiendo mis silencios,
no encuentro en mi alma los ecos de tu voz
y no existe el infinito en mi mirada.
No esperaré la muerte en una triste esquina,
el frío no se ahuyenta fácilmente,
parece como si no existieran el alba y el crepúsculo,
tan sólo hay horas grises.
Antes de irme
pintaré sobre mi última tela,
pero no habrá paisajes ni modelos,
sólo un autorretrato de naturaleza muerta,
con un único toque de silencioso color.
La soledad no quiere ruidos, Theo.
BANG